Mirado desde Buenos Aires (y desde países y regiones desérticas), nuestro país parece un barco flotando en un inmenso océano de agua dulce. Pero esto es una ilusión; el 70% del agua dulce del país se encuentra concentrada en solo un 30% de su territorio. El resto de Argentina mira el supuesto barco desde la semiaridez, la aridez, e incluso desde el desierto.
Y aún la riqueza hídrica de la inmensa Pampa Húmeda tiene sus límites. Buena parte de ella; producto de relleno de cenizas volcánicas, tiene acuíferos con alto contenido de arsénico que, o no son tratados, o si lo son es a un altísimo costo. Luego está el resultado de la contaminación de ríos y recursos subterráneos, ya sea por fertilizantes agrícolas, descargas industriales irresponsables, o falta de cloacas en vastas regiones urbanas.
Regiones económicamente más que viables dependen del deshielo, y de una rigurosa y controlada economía hídrica a través de una notable red de canales o acequias; la región cuyana precisamente.
Sin embargo, hoy en día, con las modernas tecnologías disponibles para depurar aguas servidas y someterlas a un proceso especial se puede perfectamente llegar a una calidad de reúso para el agro y no solo; también para la industria (aguas de proceso, torres de enfriamiento, etc.). En efecto, el desarrollo habido en los últimos años asociado a los procesos de ultrafiltración a través de membranas permite esto, y mucho más.
El problema de la escasez de agua es mundial. Poblaciones enteras, incluso en nuestro muy hídrico país padecen sed, se nutren de aguas contaminadas con consecuencias de enfermedad y mortalidad. Seguramente es exagerado el aserto de que la próxima guerra mundial podría producirse por disputas en torno al precioso líquido (y no estamos hablando de petróleo!). Se trata en todo caso de una significativa exageración
Ejemplos de reúso hay, no podemos decir que abundan, pero los hay. Hemos visto en México una gigantesca acería nutrir sus torres de enfriamiento a través de un acueducto de 7km desde la planta cloacal de una ciudad. En el mismo país una delicadísima central de informáticos de enorme tamaño refrigerar la sala de servidores utilizando agua cloacal debidamente tratada. Más cerca, en Brasil hay un proyecto inmenso en las afueras de San Pablo. En el estado Israelí el 90% del agua cloacal es tratada hasta calidad de reúso y sirve al riego agrícola en todo el país, incluidas plazas y parque públicos. El proyecto de reúso Aquapolo en San Pablo produce 1000 litros por segundo de agua para fines industriales desde la estación de efluentes municipales para el Polo Petroquímico de ABC, responsable de 25.000 empleos. Es la solución que deberíamos pensar para Bahía Blanca, donde cada verano se depende del clima para abastecer agua a la población y a la industria. Hay un proyecto precursor del reúso en la Argentina y uno de los más importantes en Sudamérica presentado por la empresa estatal ABSA.
El reúso no solo es posible sino necesario. No es una tecnología cara, y el ahorro en producción de agua potable es inmenso. Usar agua potable en una industria o en el campo linda, hoy día, con la irresponsabilidad.
Esto está encarándose en el Polo Petroquímico Bahía Blanca, donde justamente la escasez de agua potable para los pobladores ha llevado a planificar como próximo paso el tratamiento de los efluentes cloacales para su posterior uso industrial en el polo, liberando entonces al preciado líquido usado hoy al consumo doméstico de la ciudad.